29 jul 2010

Leipzig

Después de un par de horas en un auto escuchando a un comediante en alemán que no nos causó ninguna gracia (porque no entendíamos nada, claro) y los éxitos de Elvis, llegamos a nuestro destino, y tras hacer la pregunta indicada a la transeúnte correcta, descubrimos que nos habíamos bajado del carro cerquísima de la casa de nuestra anfitriona.

Nos lanzamos a caminar bajo el sol, y una media hora después estábamos ahí. Desafortunadamente ella no estaba en ese momento y no había tiendas ni nada cerca donde comprar una cerveza o una salchicha, así que nos sentamos en la sombrita contra la pared a esperar. Mientras llegaba, nos entretuvimos viendo a la paloma destripada que el gato había dejado de regalito frente a la puerta. Finalmente un rato después llegó Anja (se pronuncia Ania), nuestra amable anfitriona de Leipzig.

Anja es contadora (“aburrido, ya lo sé,” dice, “pero paga las cuentas”), y para escapar de la monotonía de la contaduría, viaja frecuentemente – su próximo viaje será en un par de meses a Sudamérica, donde se quedará nueve meses. Vive sola con una gata flaca, vieja y con ojos de loca que cada día le deja un regalito para el desayuno: una paloma, un ratón, a veces ambos. Sabe mucho de Alemania Oriental –donde vive- aunque más que hablarte de su país, prefiere escuchar acerca del tuyo. Recibe visitantes frecuentemente en su casa y convive mucho con ellos. Al menos, convivió mucho con nosotros.

En su casa coincidimos unos días con un chico canadiense, buena onda aunque medio disperso a veces. Se llama Jonathan, habla alemán (aunque nadie en Alemania parece entenderle) y vino a explorar el país durante un mes (casualmente descubrimos que ahorita se está quedando con nuestra anfitriona de Colonia, el mundo de CouchSurfing es pequeñito). La segunda noche , entre todos preparamos schnitzel , (SCHNITZEL: carne que puede ser de puerco, pollo o res. Se aplana, se empaniza, se asa. ¿Has comido una milanesa? Has comido schnitzel).

Yo aplanaba las carnes con un mazo especial. Luego le ponía paprika y pimienta y la cubría de harina. Anja le ponía pan molido y Joe las ponía en el sartén (sin aceite). Mariana tomaba fotos y nos daba vino. Nos quedó muy rico y lo acompañamos con papitas horneadas con muchas hierbas.

En Alemania nos hemos encontrado mucha gente amable y amistosa, algunos alemanes y algunos no. Un día estábamos en el súper, le preguntamos a una chica qué jamón era de pavo, y terminó dándonos su teléfono para que le llamáramos si queríamos que nos enseñara la ciudad. A la mera hora ya ni le hablamos, pero qué mona, ¿no?

Con Anja sí recorrimos a pie gran parte de la ciudad. Vimos el centro, la catedral, muchos edificios abandonados y tapizados de graffiti, comimos kebab (la comida rápida por excelencia en Alemania) y nos tomamos unas cervecitas. Por alguna razón, en varios bares de Leipzig venden cerveza de plátano. Uno se imaginaría que algo así no puede ser bueno, ¿cierto? Piensa en eso. Cerveza… de plátano. No es correcto, no debe existir. Bueno pues después de hablar mucho del tema decidí pedir una, ¿qué tan mala puede ser? Después de todo, estamos en este viaje para probar cosas nuevas. Amigos, no pierdan su tiempo. La cosa es horrible. Y por si tomar una cerveza de banana no fuera ya insulto suficiente, me la sirvieron en un vaso del Hard Rock Café. Sí.

El centro es bonito, limpio, catedral, edificios nuevos, tiendas, turistas. Pero también recorrimos el área estudiantil, antiguo territorio de nuestra amiga Juana, quien nos recomendó el bar NATO, donde la cerveza sabe a cerveza. Muy agradable y relajado, más adecuado a nuestros gustos. No todo debe ser perfecto. Algo de pintura vieja, un dibujo en la pared, tantita mugre no le hacen daño a nadie. El barrio es tranquilo (todo Leipzig es tranquilo) y agradable. Siendo verano, es temporada de cine al aire libre, en estacionamientos o en espacios abiertos. Una noche nos metimos a un lugar donde proyectaron Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen. ¡En alemán! Como quiera ya la habíamos visto.

La pasamos muy bien en Leipzig con Anja. De las ciudades de Alemania que habíamos visitado hasta ese momento, fue la que más nos gustó. Claro que, de ahí nos vinimos a Berlín y… bueno eso ya será asunto para otra entrada. Sólo diré que Berlín es chi-dí-si-mo. ¡Salud!





 La estación del tren cercana a casa de Anja parecía una construcción abandonada. Por todo Leipzig hay edificios así; dicen que no hay presupuesto. El tren, por cierto, a veces pasa y a veces no, "debido a trabajos de construcción".














 La estación central. Además de los andenes de trenes tiene un enorme centro comercial.





 El edificio del banco de comercio. Los detalles dorados son de oro.


 Leipzig tiene una gran tradición musical. Wagner nació ahí; Schumann fue miembro activo de la comunidad musical, invitado por Mendelssohn; Mahler trabajó ahí como director. Sin embargo, el nombre más prominente es Bach. Él trabajó en Leipzig casi 30 años, y actualmente uno puede visitar la iglesia donde lo hacía, así como el Museo Bach.


 Es un museo nuevo y pequeño, pero interesante. Hay partituras de Bach, algunas de sus cosas, instrumentos, muestras de música e imágenes de Leipzig antes y ahora.


 Este caballo se rió tanto que se le salió la leche por la nariz.


 La Casa Mendelssohn.





 En la calle Karli, en el sur de Leipzig, el área estudiantil.





Un día nos tocó el Christopher Street Day Parade, también conocido como el desfile gay, y Anja, Mariana y yo nos lanzamos a acompañar a la comunidad arcoíris a recorrer las calles. Llegamos al punto de inicio, donde había una tarima desde la que decían cosas en alemán pero que estoy seguro que eran muy conmovedoras. Luego salió una mujer enorme a cantar, primero en alemán, pero ya entrada en gastos se aventó clásicos como “It’s Raining Men”. ¡Aleluya!, cantamos todos. Nos pegamos sobre la ropa estampitas amarillas con frases como “es un placer verte aquí, qué bueno que también viniste,” y “¿qué vas a hacer saliendo de aquí?,” e inició el desfile. Un ambiente muy festivo –obviamente- y al mismo tiempo muy tranquilo. Es bueno ver que la gente pueda ir haciendo lo que quiera en la calle sin que nadie se entrometa. En ¿dónde rayos están mariana y aron? apoyamos la diversidad, la tolerancia y la mente abierta, y amamos a todos.

En fin, chicos juntos, chicas juntas, gays, lesbianas grandotas, lesbianas bonitas, osos, travestis… un día normal en el desfile gay. El desfile fue pequeño (Leipzig es pequeño) pero animado.



 Love was in the air.





























 Noche de schnitzel.





 Mariana y Joe.


 Anja nos llevó a un parque nacional como una hora al sur de Leipzig.


 Abajo hay tiendas de comida y casitas de verano. Luego empiezas a subir, subir, subir...


 ...Hasta llegar a los miradores.


 De verde: Mariana. Junto a Mariana: Anja.





 Hay un restaurante donde Goethe comía cuando estudiaba en Leipzig, y que terminó en una escena de su libro Fausto. Ahora, frente al restaurante, hay dos estatuas que representan al libro, incluyendo a Fausto y al Diablo.


 Caminando con Anja por el centro de Leipzig.





  Este letrero queda de un supermercado que existió durante la época comunista. Anja lo recuerda con nostalgia de cuando era niña y extraña verlo encendido, con luces de neón que simulaban los brazos de la familia llevando comida a su boca. Para la gente de su generación, la época comunista no representa represión - representa su infancia.


El NATO.


¡Puedes comprar bombas fétidas en maquinitas de la calle!


Colorido suelo en el centro.

23 jul 2010

Giesen

Los viajes ilustran. Sí, lugar común, pero en realidad es insólito las cosas que se aprenden viajando, hablando con otras personas, leyendo letras que no conocías… Nuestras neuronas deben estar haciendo muchas conexiones nuevas en estos días.

Enterarnos de que en Alemania el sol es femenino y la luna es masculino fue una gran sorpresa (los intelectuales perdonarán nuestra ignorancia). El alfabeto es una locura con sus vocales copeteadas con diéresis y esa extraña letra “ß” (que se pronuncia como una ese, pero fuerte: “ss”), además de palabras kilométricas…

Nos lanzamos a Gießen (Giessen) para visitar a Katrin, una couchsurfera que conocimos en las playas de Oaxaca a principios de este viaje.

Nos tomó apenas unas horas llegar hasta ahí desde Colonia. Viajar de ride por Alemania ha sido fácil hasta ahora, pese a que no falta el gañán que te toca el claxon mientras te hace una mueca desde su carro en señal de desaprobación. Y es que Alemania es un país de reglas, así que pedir aventón resulta bastante enfadoso para algunos, sobre todo para la gente mayor.

Encontramos a Katrin en el patio trasero de su casa, dándole una manita de gato a su bicicleta, (¿existe una mejor manera de invertir el tiempo?), y disfrutando un calor digno de Monterrey, cerca de 34 grados.

Lo primero que nos llamó la atención al subir las escaleras del edificio para llegar a su departamento fueron los pósters y volantes con propaganda antinazi. Es increíble que hoy en día exista un movimiento tan fuerte porque eso habla de la necesidad de combatir grupos intolerantes que todavía se rigen bajo el concepto de que es necesaria una higiene racial, a como dé lugar, lo cual es, además de triste, MUY escalofriante.

Katrin planeó un picnic junto al lago así que en uno de los días previos al evento nuestra tarea del día fue salir a las jugueterías a comprar un frisbee idóneo para la ocasión. Mientras recorríamos los estantes, nos topamos con unos enormes y coloridos conos y nos enteramos de una tradición alemana:

Resulta que cuando eres niño, en el primer día de clases te dan un cono de cartón lleno de dulces y artículos escolares para hacerte pensar que no es tan mala idea ir a la escuela. Algunos papás se avientan la puntada de “sembrar” un cono pequeño en el jardín (días antes de que empiece el ciclo escolar) y lo riegan con agua y azúcar. Por la noche, cuando el ingenuo peque en cuestión se ha ido a dormir, cambian el cono por otro más grande para crear la ilusión de que “está creciendo”. El mero día, el niño va feliz a la escuela con su cono.

En Giessen, una ciudad estudiantil con ambiente relajado y no mucho que hacer, disfrutamos pasear en bici por campos de trigo y manzanilla (el olor es increíble), caminamos sobre una cuerda floja (bueno, lo intentamos), convivimos con la juventud alemana en una fiesta y caminamos sin parar.

También conocimos el esqueleto de lo que fue una base militar nazi, y luego estadounidense durante la primera guerra del Golfo Pérsico en una tarde apocalíptica que terminó con un enorme aguacero que nos empapó de pies a cabeza. ¡Divertido!

En nuestra lista faltó una visita al antiguo cementerio y al Museo de las Matemáticas, pero como dicen, ya tenemos a qué regresar.

Para terminar, nuestro glosario para medio dar el gatazo en Alemania:

Enshuldigung (shúldigu): Disculpe
Bitte (bíta): Por favor
Dankeschon (dánkeshuin): Muchas gracias
Tschuß (chus): Adiosito


* * *

En Giessen, no quieren nazis:










Y bueno, lo malo de esto es que al parecer en algunas otras partes sí los quieren.


Un día como cualquier otro: desayunar, ir al súper, desenterrar un dinosaurio...


Son para dulces... pero bueno, ella es un bombón.


Con Katrin.


Encima de Katrin.
En algunas partes de Alemania nos hemos encontrado con estas camas altas que sirven para economizar el espacio en el cuarto.


Hice un Twister casero con una sábana y latas de pintura. A la mera hora ni lo usamos pero, eh! Qué importa.


Felices en el laguito.


En este pueblo, en los alrededores de Giessen, hay casas de más de 400 años.








En la cuerda floja. Ninguno de nosotros duró más de 5 segundos.





En la ex base militar nazi - ex base militar estadounidense.


Nos cayó tremendo aguacero.


Al día siguiente, camino al lago... Cemex!


Por cierto, al lago nos fuimos en bicicleta.


Y bueno, teníamos unas pinturitas y nada que hacer...











Katrin en la cocina que comparte con sus tres compañeras.