Nos lanzamos a caminar bajo el sol, y una media hora después estábamos ahí. Desafortunadamente ella no estaba en ese momento y no había tiendas ni nada cerca donde comprar una cerveza o una salchicha, así que nos sentamos en la sombrita contra la pared a esperar. Mientras llegaba, nos entretuvimos viendo a la paloma destripada que el gato había dejado de regalito frente a la puerta. Finalmente un rato después llegó Anja (se pronuncia Ania), nuestra amable anfitriona de Leipzig.
Anja es contadora (“aburrido, ya lo sé,” dice, “pero paga las cuentas”), y para escapar de la monotonía de la contaduría, viaja frecuentemente – su próximo viaje será en un par de meses a Sudamérica, donde se quedará nueve meses. Vive sola con una gata flaca, vieja y con ojos de loca que cada día le deja un regalito para el desayuno: una paloma, un ratón, a veces ambos. Sabe mucho de Alemania Oriental –donde vive- aunque más que hablarte de su país, prefiere escuchar acerca del tuyo. Recibe visitantes frecuentemente en su casa y convive mucho con ellos. Al menos, convivió mucho con nosotros.
En su casa coincidimos unos días con un chico canadiense, buena onda aunque medio disperso a veces. Se llama Jonathan, habla alemán (aunque nadie en Alemania parece entenderle) y vino a explorar el país durante un mes (casualmente descubrimos que ahorita se está quedando con nuestra anfitriona de Colonia, el mundo de CouchSurfing es pequeñito). La segunda noche , entre todos preparamos schnitzel , (SCHNITZEL: carne que puede ser de puerco, pollo o res. Se aplana, se empaniza, se asa. ¿Has comido una milanesa? Has comido schnitzel).
Yo aplanaba las carnes con un mazo especial. Luego le ponía paprika y pimienta y la cubría de harina. Anja le ponía pan molido y Joe las ponía en el sartén (sin aceite). Mariana tomaba fotos y nos daba vino. Nos quedó muy rico y lo acompañamos con papitas horneadas con muchas hierbas.
En Alemania nos hemos encontrado mucha gente amable y amistosa, algunos alemanes y algunos no. Un día estábamos en el súper, le preguntamos a una chica qué jamón era de pavo, y terminó dándonos su teléfono para que le llamáramos si queríamos que nos enseñara la ciudad. A la mera hora ya ni le hablamos, pero qué mona, ¿no?
Con Anja sí recorrimos a pie gran parte de la ciudad. Vimos el centro, la catedral, muchos edificios abandonados y tapizados de graffiti, comimos kebab (la comida rápida por excelencia en Alemania) y nos tomamos unas cervecitas. Por alguna razón, en varios bares de Leipzig venden cerveza de plátano. Uno se imaginaría que algo así no puede ser bueno, ¿cierto? Piensa en eso. Cerveza… de plátano. No es correcto, no debe existir. Bueno pues después de hablar mucho del tema decidí pedir una, ¿qué tan mala puede ser? Después de todo, estamos en este viaje para probar cosas nuevas. Amigos, no pierdan su tiempo. La cosa es horrible. Y por si tomar una cerveza de banana no fuera ya insulto suficiente, me la sirvieron en un vaso del Hard Rock Café. Sí.
El centro es bonito, limpio, catedral, edificios nuevos, tiendas, turistas. Pero también recorrimos el área estudiantil, antiguo territorio de nuestra amiga Juana, quien nos recomendó el bar NATO, donde la cerveza sabe a cerveza. Muy agradable y relajado, más adecuado a nuestros gustos. No todo debe ser perfecto. Algo de pintura vieja, un dibujo en la pared, tantita mugre no le hacen daño a nadie. El barrio es tranquilo (todo Leipzig es tranquilo) y agradable. Siendo verano, es temporada de cine al aire libre, en estacionamientos o en espacios abiertos. Una noche nos metimos a un lugar donde proyectaron Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen. ¡En alemán! Como quiera ya la habíamos visto.
La pasamos muy bien en Leipzig con Anja. De las ciudades de Alemania que habíamos visitado hasta ese momento, fue la que más nos gustó. Claro que, de ahí nos vinimos a Berlín y… bueno eso ya será asunto para otra entrada. Sólo diré que Berlín es chi-dí-si-mo. ¡Salud!
La estación del tren cercana a casa de Anja parecía una construcción abandonada. Por todo Leipzig hay edificios así; dicen que no hay presupuesto. El tren, por cierto, a veces pasa y a veces no, "debido a trabajos de construcción".
La estación central. Además de los andenes de trenes tiene un enorme centro comercial.
El edificio del banco de comercio. Los detalles dorados son de oro.
Leipzig tiene una gran tradición musical. Wagner nació ahí; Schumann fue miembro activo de la comunidad musical, invitado por Mendelssohn; Mahler trabajó ahí como director. Sin embargo, el nombre más prominente es Bach. Él trabajó en Leipzig casi 30 años, y actualmente uno puede visitar la iglesia donde lo hacía, así como el Museo Bach.
Es un museo nuevo y pequeño, pero interesante. Hay partituras de Bach, algunas de sus cosas, instrumentos, muestras de música e imágenes de Leipzig antes y ahora.
Este caballo se rió tanto que se le salió la leche por la nariz.
La Casa Mendelssohn.
En la calle Karli, en el sur de Leipzig, el área estudiantil.
Un día nos tocó el Christopher Street Day Parade, también conocido como el desfile gay, y Anja, Mariana y yo nos lanzamos a acompañar a la comunidad arcoíris a recorrer las calles. Llegamos al punto de inicio, donde había una tarima desde la que decían cosas en alemán pero que estoy seguro que eran muy conmovedoras. Luego salió una mujer enorme a cantar, primero en alemán, pero ya entrada en gastos se aventó clásicos como “It’s Raining Men”. ¡Aleluya!, cantamos todos. Nos pegamos sobre la ropa estampitas amarillas con frases como “es un placer verte aquí, qué bueno que también viniste,” y “¿qué vas a hacer saliendo de aquí?,” e inició el desfile. Un ambiente muy festivo –obviamente- y al mismo tiempo muy tranquilo. Es bueno ver que la gente pueda ir haciendo lo que quiera en la calle sin que nadie se entrometa. En ¿dónde rayos están mariana y aron? apoyamos la diversidad, la tolerancia y la mente abierta, y amamos a todos.
En fin, chicos juntos, chicas juntas, gays, lesbianas grandotas, lesbianas bonitas, osos, travestis… un día normal en el desfile gay. El desfile fue pequeño (Leipzig es pequeño) pero animado.
Love was in the air.
Noche de schnitzel.
Mariana y Joe.
Anja nos llevó a un parque nacional como una hora al sur de Leipzig.
Abajo hay tiendas de comida y casitas de verano. Luego empiezas a subir, subir, subir...
...Hasta llegar a los miradores.
De verde: Mariana. Junto a Mariana: Anja.
Hay un restaurante donde Goethe comía cuando estudiaba en Leipzig, y que terminó en una escena de su libro Fausto. Ahora, frente al restaurante, hay dos estatuas que representan al libro, incluyendo a Fausto y al Diablo.
Caminando con Anja por el centro de Leipzig.
Este letrero queda de un supermercado que existió durante la época comunista. Anja lo recuerda con nostalgia de cuando era niña y extraña verlo encendido, con luces de neón que simulaban los brazos de la familia llevando comida a su boca. Para la gente de su generación, la época comunista no representa represión - representa su infancia.
El NATO.
¡Puedes comprar bombas fétidas en maquinitas de la calle!
Colorido suelo en el centro.