19 abr 2011

La vida en un palacio andaluz



Ironías de la vida: Después de 14 meses de viajar por el mundo, terminamos asentándonos por un tiempo en una ciudad donde hay un puente atirantado, la gente habla tan rápido que a veces es difícil entenderla y el calor en el verano se mide de los 40 grados para arriba, ¿habremos regresado a Monterrey? Pues no, estamos en Sevilla, hogar del puente diseñado por Calatrava (copiado en Nuevo León), cuna del flamenco y el pescaito frito.

La promesa de un trabajo en el Hostal Oasis Palace Sevilla fue lo que nos trajo aquí, lo que no sabíamos es que para cuando llegáramos el hostal estaría en construcción y nos tocaría formar parte del equipo que le daría forma al edificio.

Pasamos la última semana trabajando largas jornadas con albañiles, pintores, fontaneros, electricistas y un par de decoradoras. Limpiando, armando cualquier cantidad de muebles de IKEA y, en los últimos días, cargando colchones y tendiendo camas. Éste es el quinto hostal de la cadena Oasis y el segundo en Sevilla.
Pese al trabajo duro, disfrutamos esos días en la obra, a cargo de Antonio, un sevillano que nos recibía todas las mañanas con un cigarro en la boca y unas palabras que eran como una mordedura de perro sujeta al pantalón, había que contestarle siempre golpeado para sacudírselo. Conocimos también a Abraham, nuestro jefe inmediato, un tipo de lo más cool y buena onda. Y claro, para no extrañar el cliché, conocimos también a Manolo, nuestro compañero de faena, un andalú de lo más campechano.

Nos gustó esa rutina de venir a la obra, trabajar escuchando los cantos flamencos de nuestros compañeros y disfrutar observándolos almorzar (jamón serrano, baguette, chorizo, una chelita Cruzcampo… ahhhh estos albañiles europeos, tan gourmets jajajaja... aquí nada de tortillas embarradas de frijoles con chile jalapeño).

Manolo nos divertía con su sabiduría para el trabajo: “En todos los trabajos se fuma”, nos dijo un día, cuando nos vio afanosos armando un ejército de sillas, queriendo decir: tómense un descansito. Luego, mientras Aron ensamblaba una silla y yo esperaba para atornillarle el asiento, hice una pausa para asomarme por el balcón y estirar la espalda, acto seguido, me reprendió: “que no te cojan en bragas”, porque claro, si el capataz entra en ese momento asume que estás papando moscas todo el tiempo y ese mismo día te mandan “a tomar por culo”, así que bueno, aprendimos a estar al pie del cañón.

La semana pasó volando, un día antes no parecía que el hostal fuera a estar listo para la apertura el sábado 16 de abril, y así fue. Los viajeros que llegaron a las 8 de la mañana se encontraron con una obra a medio terminar. De suerte el otro hostal de esta misma cadena pudo recibirlos y darles un desayuno, pero con todo, el día fue una locura, decenas de turistas en recepción esperaban por poder acceder a una de las 240 camas que tiene el edificio de tres pisos, que es enoooooorme y que solía ser una residencia universitaria para señoritas.

Para tener a todo el mundo contento, ese día como a las 7 de la noche empezó el fiestón de inauguración: primero pizza para todos, luego bar abierto y finalmente paella masiva.

Ayer, en el día 2 de trabajo de hostal, aún reinaba el caos,  pero todo va tomando forma. Lavamos platos durante más de 2 horas (aún no pegaban los letreros de: por favor lava los trastes que uses!) y el resto de la jornada lo dedicamos a tender un centenar de camas. Estamos rodeados de gente de todas partes: los dueños del hostal son un argentino y una alemana, nuestro manager es francés, nuestro compañero de workexchange, danés; la chica de la limpieza, rumana; y bueno, nos hemos topado con muchísimos mexicanos.

Es divertido hablar con todos los viajeros que pasan por aquí, a quienes, como trabajamos en el hostal, nos les hacemos la novedad. Tú te vuelves parte de su experiencia de viaje y por unos días serás su gran amigo. Te preguntan cosas, te platican, se sacan fotos contigo… algunas personas hasta se acomiden y te ayudan a lavar trastes. Es chido ser “el del hostal”.

¡¡¡Los esperamos en Sevilla!!!


En las calles de Sevilla hay naranjos por todos lados. No debes comer las naranjas porque saben muy mal. Ácidas. Pero ah qué bonito se ve.




Cada semana se pone un mercado de pulgas callejero con toda clase de cosas viejas y muy viejas.


Ya traía el pelo muy largo... pero en Sevilla hace mucho calor así que me volví a rapar.






Nuestro primer día, nuestra primera parada en un barecito local donde puedes tomar una cervecita y comer "asitunas" (así dicen los andaluces aceitunas).


 Amén.


Debíamos estar en el hostal el 10 de abril, pero llegamos un par de días antes a la ciudad y nos quedamos con Pierre y Sarah (una parejita muy maja, francés/inglesa), anfitriones de couchsurfing. Nuestro último viernes de libertad antes de comenzar a trabajar, aprovechamos para ir a una playa que está en Huelva, a una hora de Sevilla, llamada Matlascañas. Calor muy duro.


Sarah y Pierre.


De vuelta a la ciudad paramos a ver este gran estanque lleno de flamencos, que la mitad del año está seco y tiene caballos.




Al otro lado del estanque está El Rocío, una suerte de pueblo fantasma estilo mexicano con suelo de tierra.


Pequeñísimo, muy agradable, con más caballos que autos.


 Sarah preparó tortilla española con pimientos; Pierre preparó salmorejo, que es una especie de sopa fría tradicional de Andalucía a base de jitomate, pan rallado y especias. Se come con pan y puede ser un primer plato.


Por todo Sevilla puedes ver imágenes de santos, cristos ensangrentados y vírgenes llorosas.


Una de las cosas favoritas de Pierre es meterse por toda puerta abierta que vea para mirar los patios de las casas sevillanas.










Una vez al mes se pone una feria ecológica de productores locales, donde venden productos ecológicos.






A Pierre y Sarah les encantan las hierbas frescas de todo tipo y siempre asisten a este mercado.




¡Lo sentimos, Tere!


Nos gustan las callecitas de Sevilla. Aquí, haciendo la transición de couchsurfing a hostel workers.


El Metropol Parasol es una enorme estructura de madera inaugurada en la Plaza de la Encarnación hace alrededor de un mes. Por su forma de hongo, le dicen las setas de la encarnación.




Puliendo, puliendo, en lo que más tarde sería una habitación del hostal.


El trabajo en proceso, casi listo.


Nos convertimos en expertos armadores de sillas de IKEA.


Querida, creo que se acerca la hora de cambiar los tenis.


Empezó la Semana Santa, y esta ciudad llena de turistas se llenó aún más.





Sevilla es una ciudad de callejones estrechos y conductores descuidados. Por esto, por todas partes se ven autos en distintos estados de maltrato. Además, uno como peatón debe tener siempre cuidado en estos callejones, porque no hay mucho espacio para protegerse de la gente que maneja como si fuera en una avenida de cuatro carriles. No es raro escuchar, "¡hoy casi me atropellan!".


 Aquí, un ejemplo de estos callejones. Sí, de verdad los coches circulan por aquí.




Mis pestañitas iluminadas.


Finalmente el hostal quedó armado y se inauguró el sábado pasado. Aquí, una de las áreas de computadoras.






Valentina, la camarera del bar del hostal, charlando con Yolanda, una huésped.


La vista desde nuestra ventana.





Y ahora, la gente con conos en la cabeza.


Con el inicio de la Semana Santa las calles son un hervidero de turistas. Desde el Domigo de Ramos iniciaron las procesiones y nuestro hostal está tan bien ubicado que ayer en la tarde pudimos ver una desde el balcón: los nazarenos, que son los hombres vestidos con trajes negros y sombreros de cucuruchos, los penitentes, que tienen los mismos trajes pero su gorro está como desinflado, con el pico hacia el suelo y atrás, cargados en suntuosos carros llenos de velas, muñecos de Cristos llevando su cruz y vírgenes.




Justo en ese momento recibimos una llamada de Tamara. ¡Hola Tam! ¡No llovió! Pero hoy sí llueve. Por cierto, ¡tú tienes nuestro paraguas! Tendrás que venir antes :)


























***

Epílogo: Esta madrugada a las 3:00 a.m., retembló en sus centros la tierra al sonoro rugir de una procesión que pasaba en ese momento. Ser despertado a esa hora por la oscura teatralidad del catolicismo, con una enorme orquesta de percusiones y metales tocando música altísima (¡y espeluznante!) que acompaña una procesión llena con cientos de velas y personajes fantasmagóricos pasando justo bajo tu ventana es una experiencia surreal y fantástica. Es genial estar en Sevilla en esta época del año.

***

No hay comentarios:

Publicar un comentario