7 feb 2011

La increíble y triste historia de la cándida Ferpe y su padre desalmado


En nuestro ir y venir por el arroz y las papas al súper, conocimos a una chica que trabaja como cajera en el suma, un minimercado barcelonés.

Es una chava de veintitantos, muy desaliñada, que siempre te sonríe con unos dientes no muy limpios y unos ojos tristones tras las gafas de aumento, la cara enmarcada por un pelo seboso que reclama champú y unos guantes de medio dedo que le dan un aspecto vagabundo.

Cuando la conocimos nos recordó a la protagonista de aquella comedia española “El crimen ferpecto”, la historia de una fea, pero requetefea empleada de almacén a quien el destino pone en una situación de poder. La película es divertida de cojones, dirían aquí, si no la han visto véanla.

En fin, que de ahí le salió el apodo de “Ferpe”, (su nombre real lo conocimos apenas hace unas semanas, cuando alguien le gritó desde el fondo de la tienda).

Al principio sólo intercambiábamos saludos, luego pequeñas pláticas. Un día nos contó emocionada que iría a ver a Amma, una señora india que abraza, transmite buena energía y estaba de rol por Barcelona, donde la gente hizo filas kilométricas para estar con ella. Cuando la vimos después de su “encuentro místico” parecía otra: el semblante alegre, el pelo limpio, la sonrisa en la cara, hasta se paraba como más erguida. Pero no le duró. En nuestra siguiente visita al suma era la Ferpe de siempre.

Un día, de la nada, mientras pasaba cada producto por el lector de código de barras le soltó a Aron una frase que nos sacó de base: “Ya sé de dónde viene mi dolor”, dijo, como si retomara una vieja conversación inconclusa.

“Lo que pasa (tit, pasaba los productos por el lector) es que cuando era niña mi papá era muy estricto (tit,tit), y yo me sentía tan tensa (tit) que me enfermaba del estómago (tit), entonces cuando salí de mi casa no supe qué hacer con ese exceso de relajación (tit), con todo ese miedo que tenía contenido por años (tit).” Aron y yo nos quedamos estupefactos, las confesiones profundas no estaban en nuestra lista del súper, pero nos las llevamos igual.

Otro día le confesó a Aron que le tenía miedo al amor, y a la vida… Era como si cavilara todo el día esos pensamientos y esperara a algunos de sus clientes para soltar sus conclusiones en el momento más inesperado.

Total que esto ni es historia, (porque acaba aquí), ni es triste, (porque la Ferpe anda de vacaciones en la India –o eso es lo último que nos dijo, y hace días que no la vemos-), y aunque su papá era medio cabrón no creo que fuera un desalmado (aunque quién sabe, a lo mejor sí).

Seguimos en Barcelona, pero no por mucho tiempo. Siguiente parada: Bilbao.


En los puestos de periódicos encuentras paquetes de revistas que incluyen de todo: rosarios, material para que aprendas a pintar, modelos para armar, modelos a escala de tanques y coches...


...en fin, de todo.


En Barcelona hay un local concurrido por turistas y locales por igual (buena señal); todos lo conocen como la champañería, aunque ese no es su nombre. Le dicen así porque tomas copas y copas de cava -que es como champaña acá en España. Bebes y comes tapas y bocadillos a muy buen precio. Siempre está a reventar; tanto, que cierran a las 10 de la noche, y ni siquiera abren los domingos. Así les va de bien.


Nosotros lo fuimos a conocer con Carola, una couchsurfer alemana que nos escribió un día para salir a tomar una copa.




Todos lo saben: Barcelona es la ciudad europea #1 en rateros y carteristas.


Una de nuestras actividades como tíos ha sido ir de vez en cuando a recoger a los sobrinitos, bocadillo y jugo incluídos.


Cerca de la casa hay una tienda de mallas, medias, guantes y otras prendas, que utiliza estrategias de marketing muy simpáticas.








Los playmobil viajeros ya andan haciendo nuevas amistades.




Ana y Jordi construyen.





Escena súper típica que hemos visto en el que ha sido nuestro barrio durante estos meses: una señora viejita, acompañada de su madre viejitita, a veces hasta van en tres generaciones. Mucha gente longeva en Cataluña.


El famoso suelo del Paseo de Gracia, diseñado por Gaudí.






Algún día, Cataluña; algún día.






Afuera de una tienda de libros usados: libros por kilo!




El Palau de la Música Catalana.






Algunas escenas del Mercado de la Boquería. Jamón! Fuet!


En un puesto venden esos dulces cromados, tan extraños y antinaturales. ¿Cómo hacen eso? ¿Alguien sabe? Nada en la naturaleza es de ese color, y sin embargo esto se come.








Mamá, mamá, ya no quiero un conejito!


Afuera del museo Caixa Forum.


Desde que vino el Papa, la Sagrada Familia se volvió tímida y le da por esconderse.




En el Parque Laberinto.








De copa y tapa con Ángel, Julio y... una amiga de Ángel y Julio.


En enero entró en vigor la nueva ley anti tabaco, con la cual no se puede fumar dentro de ningún establecimiento. Ahora bien, en Barcelona la gente AMA fumar, y esto les cayó como una patada ahí donde más duele. Muy molestas, pero resignadas, ahora se ven siempre personas afuera de bares y restaurantes en actitud de "no me importa el frío, nadie me va a prohibir fumar!"


Ayer cumplimos un año desde que dejamos Monterrey, y brindamos con una botellita de cava rosado.
I love my life.


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