En la burbuja global México le ganó a Francia 2-0 en un partido del mundial, dejaron de existir José Saramago, Carlos Monsiváis y Germán Dehesa (tres escritores que admiramos), Mexicana dejó de volar y el mundo enloqueció con los wikileaks.
En nuestra burbuja personal, salimos a recorrer el mundo, conocimos extraños que ahora son algunos de nuestros mejores amigos, viajamos de ride por Europa, Berlín nos dio la sorpresa de nuestra vida por ser una ciudad increíble, descubrimos que sí existe gente buena, generosa y desinteresada en el mundo, y nos descubrimos un poco más a nosotros mismos, al convivir 24 horas continuas por –hasta hoy- 11 meses y cuatro días… y ¡sobrevivimos!
Y como se trata de que nuestras experiencias les sirvan también a todos nuestros amigos y familiares que siguen el blog, y a aquellos que se han topado con él de casualidad y les gusta viajar, les lanzamos una serie de recuentos:
1. Las cosas más (y menos) útiles que hemos cargado en nuestra mochila durante casi un año:
Lo que más nos ha servido: Pluma, libreta y marcador negro; linternas; analgésicos y medicinas para la gripa; plantillas para los tenis (cuando pasas un año con los mismos zapatos y estrenas plantillas es casi como te pusieras unos zapatos nuevos, la sensación es incomparable, de verdad); aguja e hilo (todo se rompe cuando viajas, la mochila, los pantalones, las chanclas, todo); bloqueador solar, al menos un par de calcetines gruesos (nunca sabes cuándo vas a acabar hecho una sopa y lo único que tendrás para cubrir tus pies fríos serán unos calcetines pachoncitos), la cámara fotográfica y por supuesto la minicomputadora portátil, sin la cual registrar todo esto sería imposible.
Lo que menos nos ha servido: Medicinas para la diarrea (cosa muy recomendada por los viajeros en general, no nos han hecho falta), candados de bicicleta (pese a que las guías de viajeros los recomiendan para atar tu mochila cuando viajas de noche nunca los utilizamos y terminamos dejándolos en una calle llena de bicicletas en Colonia, hace unos meses), candados de combinación numérica, (el mismo caso, los utilizamos una sola vez en un hostal en San Cristóbal de las Casas, la mayoría de los hostales cuentan con este servicio), gas pimienta (afortunadamente nunca lo hemos tenido que utilizar), ropa pesada (no importa cuánto te gusten tus jeans o ese suéter, si pesa, terminarás dejándolo a unas cuantas semanas de salir a mochilear. Lo que se hace es, cuando tienes frío, te pones varias capas de ropa).
2. Algunas de nuestras experiencias más memorables (de las que se pueden contar):
Caminar por los campos de agave de Tequila, Jalisco; nadar en cenotes; comer en Oaxaca y Mérida (todo es delicioso); esa noche pacheca en las montañas de San José del Pacífico, Oaxaca; atestiguar una de las expresiones más tétricas de la religiosidad pueblerina al unirnos a la procesión fúnebre de un sastre por las oscuras calles de tierra de Ocotlán, Oax.; dormir bajo las estrellas en la playa de Mazunte, ver luciérnagas marinas entre las olas de playa Azul; que nuestra anfitriona de Bruselas nos prestara su casita en Gent para pasar unos días solos, conseguir un ride de Brujas (Bélgica) hasta la estación del metro de Londres, cantar en el escenario de la Caverna (Liverpool) “I want to hold your hand”; experimentar la tolerancia de Amsterdam; ser sorprendidos por una torrencial lluvia en Giessen, Alemania, mientras visitábamos lo que fue una antigua base militar nazi; acampar tres días en el festival de Woodstock, en Polonia; visitar el legendario Kit Kat Club de Berlín, ciudad en la que, sin buscarlo ni esperarlo, terminamos viviendo dos meses; actuar en el Rocky Horror Picture Show Berlín, con un casting alemán; pasar 22 horas en un autobús tomando vodka con un delincuente juvenil mientras escuchábamos sus historias de apuñalamientos y, finalmente, vivir una intensa convivencia familiar en Barcelona, donde hemos sido modelos de artistas, extras de cine, pintores de brocha gorda, correctores de textos, niñeros y agentes inmobiliarios. Y desempleados.
3. Algunas cosas que hemos aprendido:
A poner las cosas en perspectiva; a viajar de ride por carretera; a no decir no y estar más abiertos que nunca a probar cosas nuevas; que la solución para que algo te deje de dar miedo es hacerlo; que nada es demasiado grave para no tener solución; a cocinar desde platos mochileros como arroz con berenjena hasta especialidades como la tortilla de patatas o los tallarines orientales; a decir salud en muchos idiomas; a tener tolerancia; a pintar departamentos (en Leipzig) y a cobrar por eso (en Barcelona); y que el karma funciona.
¡Gracias por leer nuestro blog, los queremos! Ahora, algunas fotos, escenas y retazos del último mes:
Simón. Último día de Januca.
La parte favorita de todos cuando Ana cuenta su versión de la historia de Januca: "¡milaaaaaagro!"
Esperando que abrieran las oficinas de Actors Gallery, tras la hora de la comida (sí! Aquí todos los negocios cierran como dos horas para comer), para cobrar una de mis chambas de extra.
La vista desde casa.
Autorretrato con cagatió.
En Cataluña, el cagatió trae juguetes en las fiestas decembrinas. Es un tronco. Le cubren el trasero con una manta y durante varios días le dejan comida para que engorde y haga digestión. Llegado el día cero, los niños le pegan con un palo y oh! El cagatió caga regalos! Es cierto, lo vimos, existe.
Y cagó montones de regalos.
Esta vela tiene forma de galet. El galet es un tipo de sopa de pasta que se come tradicionalmente en diciembre.
El caganer: ¡otra escatológica tradición catalana! En los nacimientos siempre se pone uno de estos, fertilizando la tierra. Es todo un símbolo regional.
Turrón.
Después de la comida de Navidad (aquí el día bueno es el 25, la Nochebuena casi no la pelan) los niños cantan canciones y recitan poemas a cambio de algunas monedas.
Siguiendo con el recuento de fiestas: feliz año nuevo.
Ana compró unos kits de fiesta que inexplicablemente contenían colmillos de vampiro.
¡Salud!
Primero de enero en la playa de Barcelona.
Paz y tranquilidad, por fin terminó diciembre.
La verdad, ¿hay mejor manera de empezar el año? Bien por él.
Llegó el tres de enero y nuestro cuñaaaaaao cumplió 41 añitos. Para celebrar Mariana le hizo su -ahora famosa- tortilla española. Nótese el número 41 hecho de aceitunitas.
Nuestra amiga Julia estuvo unos días de visita desde Colonia, y la llevamos con Coco, la perra vendedora de flores, quien estaba muy ocupada y no la pudo atender.
Pan! Queso! Vino barato! Libertad!
Todo por servir se acaba, RIP, esos pantalones, no los olvidaremos.
Oh no, se va a comer a Mariana.
La última tradición consumista de la temporada es el día de reyes, que en Cataluña es GRANDE. La noche anterior hay un gran desfile (o más) en el que los reyes llegan desde el mar, para repartir juguetes. La mañana del 6 de enero la familia entera va por toda la casa desfilando y cantando mientras buscan dónde dejaron los juguetes, ¿será aquí? ¡¿Aquí?! Finalmente llegan al lugar y hostia cuántos juguetes han dejado!!!